Hablar de Dios puede no ser demasiado difícil porque, en el fondo, reconocemos la necesidad de que haya una causa anterior a todo. Hablar de Jesús puede tener su dificultad, pero podemos considerar la figura histórica de la que hay constancia escrita… y ahí está.
Hablar de que ese Jesús era Dios es más engorroso porque hace falta la actitud de creer y aceptar que era el Mesías, el Cristo, anunciado por los profetas. Si nos planteamos que era Dios puede que no nos cueste aceptarlo, pero ¿aceptamos que fuese hombre al mismo tiempo? ¿Cómo vemos a Jesús? ¿Qué imagen nos hemos hecho de Él? ¿Aceptamos su naturaleza divina al mismo tiempo que también la humana? ¿Lo conocemos? ¿Conocemos su mensaje? ¿Cómo lo vivimos si realmente lo hemos aceptado?