La voluntad de Dios se manifiesta en nosotros como la misión que Él le encarga a cada uno, de manera intransferible, pero para la que nos da todo aquello que podemos necesitar para realizarla, entre otras cosas la ilusión y la fascinación por aquello concreto que a otros no les dice nada. Esta ayuda son los dones del Espíritu Santo, que la Iglesia resume en siete:sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad, temor de Dios). Como consecuencia aparecen los frutos del Espíritu: amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio.