¿Cómo te creeremos si cuando hablas dejas la palabra aquí y el cuerpo donde caiga? ¿A quién creeremos si cuando nos decís algo no tiene ninguna relación con lo que hacéis? ¿Qué fuerza tienes si no haces ni lo que tú mismo dices? ¿Cómo nos vamos a creer al otro si sus acciones le privan de autoridad?
Lo que podemos observar que ocurre en cualquier ámbito de la sociedad, también es válido para la vida espiritual. ¿Cómo vamos a tener equilibrio si el desquiciamiento que nos produce el pensar una cosa y hacer otra no puede sino ser fuente de inestabilidad personal? ¿Cómo armonizar con este desajuste el concepto de verdad, de justicia, de equidad,… la misma necesidad de coherencia?
La paz interior no habitará en nosotros si no hay armonía entre lo que pensamos y creemos y aquello que decimos y hacemos.