Aplausos y rostros sonrientes y esperanzadores, este es el mejor premio que pudo recibir el Grupo de Bombos y Tambores de la parroquia Mare de Déu de la Mercè, que el sábado 8 de abril visitó el Centro Penitenciario de Ponent.
Sobre las 10:00 h el grupo integrado por 11 personas, entre adultos y jóvenes, estaba preparado frente a la entrada principal para ingresar y llevar a los reclusos un mensaje de confianza y paz con el inicio de la Semana Santa.
Luego de los debidos procedimientos de seguridad exigidos para quienes ingresan a una cárcel, los instrumentos empezaron a cobrar vida. A manera de desfile, desde un pasillo largo, la agrupación de bombos y tambores de la parroquia Mare de Déu de la Mercè inició su recorrido llevando a muchos rincones de este recinto el estruendo de la música.
El patio del módulo 11, rodeado de hombres, fue el primero en recibirnos.
“No te imaginas lo bueno que es para ellos esta visita. La música y los sonidos que producen estos tambores son para ellos una manera de despejar su mente, de sacarlos de esos pensamientos que tienen siempre presentes ¿Ves cómo cambian las caras rígidas por unas más amables, alegres? De eso se trata”, comentaba Gloria, una de las integrantes del Voluntariado de la Pastoral Penitenciaria.
Mientras algunos buscaron una silla para estar cómodos, otros agrupados comentaban, miraban, sonreían y uno que otro continuaba con su rutina de deporte.
El Padre mercedario José Leonardo los instó a vivir de corazón estos días de oración, de reflexión, arrepentimiento y cambio. Así llegó el aplauso de despedida y los saludos más cercanos de algunos que esperan con entusiasmo a los sacerdotes mercedarios cada fin de semana.
A la salida de este patio nos dirigimos a otra sección cuya decoración a la entrada indicaba un toque femenino. Más de diez plantas ornamentales y cuadros que impresionan por su colorido daban la bienvenida al módulo 8.
Allí, al fondo del patio, doce mujeres esperaban con espectación esta visita. Disfrutaron los sonidos y al final algunas, quizá las más alegres y atrevidas, pidieron a los músicos mercedarios que les permitieran tocar el instrumento del bombo por unos segundos.
Culminado el saludo del religioso la representación musical se dirigió al módulo 7, donde otro grupo de hombres los esperaba. Algunos danzaron y otros miraban con detenimiento el arte de reproducir melodías a través de movimientos ágiles con las manos, golpes y eso que llaman en el argot musical «tener oído».
Cobijados por un sol radiante al que justamente le sonreían los tambores, las ovaciones culminaron con la invitación del Padre Vicente a participar en la Eucaristía, en la que los reclusos podrían rememorar el Domingo de Ramos y la entrada de Jesús a Jerusalen.
En un recinto que, a la vez, se utiliza para la realización de actividades culturales, cerca de 15 internos -entre hombres y mujeres-, músicos y voluntarios compartieron momentos previos a la misa, en la que participaron con devoción y respeto.
Pasada la bendición final llegó la invitación a reunirse para la foto, pues merecía la pena dejar un recuerdo para la posteridad de una visita sonora, armónica, pero sobre todo llena de esperanza para estos hombres y mujeres que siempre necesitan de la oración y atención de quienes gozamos de la libertad.