El bautismo es el sacramento por el que Dios nos da su Gracia y recibimos el Espíritu Santo, por él somos hijos de Dios y entramos a formar parte de la Iglesia. Normalmente se recibe cuando la persona es libre y consciente de lo que hace, conociendo lo que es y lo que implica, lo que supone una formación catequética inicial y básica. La Iglesia admite que se pueda dar a un recién nacido u a otra persona que no tenga aún uso de razón, con la condición de que sus padres se comprometan a mostrarle la fe viviéndola en el seno de la familia, al igual que los padrinos que adquieren el mismo compromiso o responsabilidad.
El sacramento del bautismo tiene un rito con una serie de signos cuyo significado se debe conocer para entender mejor lo que se está celebrando.
Hemos hablado de cuando los padres deciden bautizar al hijo como un elemento fundamental que ocurre como consecuencia de la vivencia de la fe en el matrimonio (la familia). No es el primero pues un matrimonio que quiera seguir a Cristo y vivir de acuerdo a ello, ya habrá estado viviendo la fe como familia antes de que les haya nacido el hijo porque la vivencia de la fe formará parte de su ser profundo y al hacerse uno lo comparten y hacen de su fe un elemento de identificación y unión mutua. Hay otros como cuando rezan cada noche para despedirse de Jesús, se va a misa todos juntos, se pide a Jesús unos por otros, cuando se tienen prácticas de vivencia cristiana (insinuar al hijo la necesidad de ser bueno para que Jesús esté contento, se bendice la mesa, la familia se muestra misericordiosa, o se vive el amor entre ellos),… También lo es cuando en casa le van enseñando aspectos de nuestra fe, o historias que le pasaron a Jesús,… cuando el hijo dice que querría recibir a Jesús y hacer la comunión,…