La Iglesia considera que el matrimonio es un signo del amor de Dios y como tal un sacramento, por eso pide que se realice por amor, desde la libertad, la voluntad y siendo conscientes de lo que supone, que se busque el bien de los esposos, que haya fidelidad, exclusividad, que sea indisoluble, y esté abierto a la procreación y la educación de los hijos.
La vida de la pareja sólo puede estar basada en el amor y edificarse a partir de él si la consideramos un elemento edificante y positivo para sus componentes y los frutos más importante son los hijos.
La sexualidad humana marca toda la existencia de la persona, de manera que cualquiera de sus acciones, pensamientos, proyectos, manera de ser y de relacionarse,... están determinados por su condición de ser sexuado.
La base de la comunicación en la pareja está en su capacidad de diálogo. Y este es posible si hay voluntad de compartir, actitud de acoger, la generosidad, la disponibilidad, la sinceridad, afrontar la vida juntos, la confianza, el conjuntarse y genera1r empatía mutua.
La relación de la pareja para poder ser una sola cosa se debe basar en la autenticidad, en la empatía, en la
disponibilidad,... en la voluntad de quererla conseguir.