La Vigilia Pascual de la Comunidad del Camino Neocatecumenal de Lleida ha vivido una noche llena de luz, fe y fraternidad en la parroquia Nuestra Señora de la Merced.
La celebración fue presidida por fray Vicente Zamora y contó con la presencia del diácono permanente Luis Manuel Pérez.
Un momento especialmente significativo fue el bautismo del pequeño Elías, recibido como nuevo miembro en la Iglesia en presencia de toda su familia y de la comunidad.

Así inició la celebración
La celebración comenzó a las 00:10 horas, después de que los hermanos de la Comunidad del Camino Neocatecumenal de Lleida prepararan cuidadosamente el altar dentro del templo.
La liturgia dio inicio en la calle, con el rito del fuego nuevo y la solemne proclamación del pregón pascual, entonado con gran fervor por Joan.
Las luces de la iglesia se encendieron progresivamente con las velas de los fieles, símbolo de la luz de Cristo resucitado que disipa toda tiniebla.
Durante la liturgia de la Palabra, se proclamaron las siete lecturas veterotestamentarias con sus respectivos ecos, permitiendo a los presentes reflexionar y compartir la acción de Dios en sus vidas.
Entre los momentos más emotivos destacó el canto a los niños interpretado por Eva María, quien además compartió un hermoso diálogo con su padre, lleno de ternura y profundidad.


Comunidad del Camino Neocatecumenal de Lleida, unida en sentida celebración
En la segunda parte de la celebración, la comunidad renovó las promesas bautismales antes de ser testigo del sacramento del bautismo de Elías, momento central y entrañable de la noche.
En la tercera parte se celebró la Eucaristía, donde todos comulgaron con alegría al Cristo resucitado, celebrando su victoria sobre la muerte.
La fiesta concluyó con una fraterna y suculenta cena, donde no faltó el tradicional cordero pascual, emblema del carisma neocatecumenal. Fue un momento de encuentro, alegría y comunión entre todos los participantes.
Esta celebración marca la cuarta Vigilia Pascual que la Comunidad del Camino Neocatecumenal de Lleida celebra en la ciudad, un signo de la vida que sigue brotando en medio de la comunidad eclesial local.
“Cristo ha resucitado”, proclamaban los hermanos con renovada esperanza, testigos de que, efectivamente, la vida ha vencido a la muerte.

